
La pregunta parece simple, pero encierra una complejidad enorme: ¿es posible que todos los coches que circulan en España —unos 25 millones— sean eléctricos algún día? A simple vista, muchos dirían que sí, que solo es cuestión de tiempo y tecnología. Pero cuando uno mira más de cerca, descubre una red de desafíos técnicos, económicos, sociales y políticos que hacen que este escenario esté lejos de ser sencillo.
En este artículo te voy a llevar por un recorrido completo: desde los números duros de España, pasando por las dificultades que enfrentamos, hasta ejemplos exitosos en Europa y lo que realmente necesitamos para dar el salto. Lo más importante: lo haremos de manera honesta, incorporando reflexiones personales que surgen de vivir esta realidad, porque el futuro eléctrico no depende solo de tecnología, sino de cómo la integramos en nuestra vida cotidiana.
El reto del parque automovilístico español: cifras y realidades
En España circulan actualmente alrededor de 25 millones de coches. Sin embargo, apenas el 35% de las viviendas dispone de garaje o plaza de aparcamiento. Esto significa que el 65% de los coches se aparcan cada día en la calle, en espacios sin acceso privado a un punto de carga. Y aquí aparece el primer gran desafío: ¿cómo electrificamos un parque móvil tan enorme si la mayoría de sus usuarios no puede cargar el coche en casa?
Muchos comparan la situación con Noruega, donde el 80% de los hogares tienen garaje privado, lo que facilita instalar puntos de carga en casa. Pero España no es Noruega: nuestras ciudades son densas, muchas viviendas son pisos en bloques, y las calles están llenas de coches aparcados a pie de calle. Como decía yo mismo en uno de mis vídeos: “No podemos permitirnos excluir a más de la mitad de la población urbana de la posibilidad de cargar su coche de forma cómoda, asequible y eficiente.”
Sumemos a esto la edad media del parque automovilístico español, uno de los más envejecidos de Europa, y tenemos un reto doble: no solo electrificar, sino rejuvenecer. Según Grant Thornton, para 2030 necesitaríamos al menos 5 millones de vehículos eléctricos en circulación para cumplir con los objetivos europeos de reducción de emisiones.
La transformación, por tanto, no es solo tecnológica: es estructural.
La infraestructura: el gran obstáculo para la electrificación total
Si piensas que el principal problema es el precio de los coches eléctricos, te sorprenderá saber que la infraestructura de recarga es aún más crítica. Aunque los vehículos bajen de precio (y ya lo están haciendo), si no tienes dónde cargarlos, simplemente no son una opción.
Como cuento en mi experiencia personal, “alrededor del 65% de los coches se aparcan cada día en la calle o en espacios sin acceso privado a un punto de carga.” Eso significa que ni siquiera los alquileres de plazas de aparcamiento permiten muchas veces instalar un cargador porque no eres propietario del espacio. Y no, instalar cargadores ultra rápidos en gasolineras no es la solución mágica.
¿Por qué? Porque llenar una batería cuesta tiempo, mucho más que llenar un depósito de gasolina. Incluso la carga rápida tarda 30, 45 o hasta 60 minutos, y eso solo para viajes largos. En el día a día, el modelo correcto es otro: “Lo ideal en un coche eléctrico es cargar despacio mientras el coche está parado en casa o en el trabajo o en la calle.”
Aquí aparece la verdadera barrera: no es solo cuestión de enchufar; es cuestión de repensar dónde y cómo cargamos nuestros vehículos.
Lecciones desde Ámsterdam: cargadores lentos a pie de calle
En busca de respuestas, viajé a Ámsterdam, una ciudad famosa por sus canales y bicicletas… pero también por tener ¡más de 8,000 cargadores eléctricos públicos a pie de calle! Allí descubrí que los holandeses tienen una solución práctica y escalable para el mismo problema que enfrentamos en España.
En Holanda no es el ayuntamiento el que decide dónde poner los cargadores: son los ciudadanos quienes lo solicitan. “Para mí comenzó con una solicitud en Park and Charge, rellené un formulario en línea y en un día me informaron que iban a instalar nuevas estaciones.” Así me contaron los vecinos. Además, hay múltiples operadores de puntos de carga, no solo uno, lo que genera competencia y mejor servicio.
La clave está en entender que no hace falta potencia extrema. “Aquí no hay ningún problema en poner cargadores lentos a pie de calle. No hay ningún problema técnico que lo limita, son lentos, es como poner cualquier aparato.” Cargar a 7, 11 o 22 kW es suficiente si tu coche está estacionado toda la noche. Si pudiéramos replicar este modelo en Madrid, Barcelona o Valencia, el acceso al coche eléctrico dejaría de ser un privilegio de quienes tienen garaje privado.
Pero… ¿por qué no lo hacemos?
¿Por qué no lo estamos haciendo ya? Barreras políticas y sociales
En mi opinión, la principal barrera no es técnica ni económica: es política. “Hay un desconocimiento y nos falta la voluntad política para realizar esto.”
En España, cada ayuntamiento tiene que sacar una licitación para instalar cargadores, lo que ralentiza el proceso. En cambio, en los Países Bajos han creado contratos unificados que permiten a cualquier operador registrado instalar puntos de carga cuando un ciudadano lo solicita. Este modelo de “mercado abierto” ha demostrado ser mucho más ágil.
Además, nos enfrentamos a cierta inercia social: seguimos pensando que el modelo del coche eléctrico debe replicar al de combustión, con “electrolineras” rápidas por todas partes. Pero como explico en el vídeo, “el cambio de paradigma es que comienzas el día con la batería completamente cargada y cada vez que llegas a algún lugar donde estás más de una hora, llenas tu batería como lo harías con tu iPhone.”
Necesitamos una conversación pública mucho más honesta y valiente sobre cómo queremos transformar nuestras ciudades, porque sin participación ciudadana y decisión política, no habrá cambio.
¿Y la carga rápida? Desmontando mitos sobre las electrolineras
Una de las frases que más escucho es: “Bueno, que pongan cargadores rápidos en cada gasolinera y ya está.” Pero no, no es tan sencillo.
El problema es que la carga rápida requiere infraestructuras eléctricas sobredimensionadas, más costosas, y aun así, no es tan rápida como llenar un depósito. Como cuento en mi experiencia: “Incluso en un cargador rápido, si quieres llenar o poner una gran cantidad de energía en tu batería, pues tarda un ratito. Eso es perfecto para viajes, no hay ningún problema. Pero para el día a día, donde necesitas el coche listo para servirte por la mañana, lo mejor con diferencia son cargadores lentos donde estacionas de forma habitual tu vehículo.”
Además, la carga lenta suele ser más barata para el usuario final, porque no hace falta contratar tanta potencia, ni pagar los sobrecostes de la infraestructura rápida. La verdadera solución está al lado de cada farola, no solo en las electrolineras.
Los beneficios ocultos de la electrificación masiva
Más allá de los desafíos, ¿por qué insistimos tanto en electrificar el parque automovilístico? Porque los beneficios son enormes.
En primer lugar, la reducción de emisiones contaminantes en las ciudades tendría un impacto inmediato en la salud pública: menos enfermedades respiratorias, menos hospitalizaciones, menos muertes prematuras. En segundo lugar, la independencia energética: un país menos dependiente de los combustibles fósiles es un país más seguro y competitivo.
Y, no menos importante, el impacto económico. Como recalco en el vídeo, “la gente no privilegiada con su propio garaje podrían perfectamente tener acceso a la movilidad eléctrica a un precio razonable.” Democratizar el acceso al coche eléctrico es abrir oportunidades, reducir desigualdades y construir una movilidad más justa.
El reto del parque automovilístico español: cifras y realidades
En España circulan alrededor de 25 millones de coches, según los últimos datos oficiales. Pero aquí viene la primera barrera: solo el 35% de las viviendas dispone de garaje o plaza de aparcamiento. Eso significa que aproximadamente el 65% de los coches están aparcados cada noche en la calle, sin acceso a un punto de carga privado.
Esto no es solo un dato técnico: es un muro práctico. Cuando hablamos de electrificar el parque automovilístico, no estamos hablando solo de cambiar motores de combustión por baterías, sino de transformar toda la infraestructura que los soporta. Y aquí España tropieza.
En mi propia experiencia, he visto cómo muchas personas quieren pasarse al coche eléctrico, pero simplemente no tienen dónde enchufarlo. En ciudades como Madrid, la mayoría vive en pisos sin garaje propio, y aunque algunos alquilan una plaza, muchas veces ni siquiera pueden instalar un cargador porque no son los propietarios del espacio. Es decir, aunque tengas el dinero y las ganas, te topas con un muro invisible.
Comparado con otros países europeos, España tiene uno de los parques automovilísticos más envejecidos. Mientras en Noruega los coches eléctricos ya son mayoría en ventas, aquí seguimos lidiando con coches diésel y gasolina con más de 10 años de antigüedad. Pero el problema no es solo económico, es estructural.
La infraestructura: el gran obstáculo para la electrificación total
La mayoría de las conversaciones sobre coches eléctricos se centran en la autonomía o en el precio de compra. Pero hay una conversación mucho más urgente: ¿dónde cargamos estos coches?
Mucha gente cree que basta con instalar cargadores rápidos en las gasolineras, imitando el modelo de repostaje de la gasolina. Pero la realidad es que los coches eléctricos no funcionan así. Aunque las estaciones de carga ultra rápida son útiles para viajes largos, no son prácticas para el día a día. Incluso los cargadores rápidos pueden tardar 30 a 60 minutos para llenar una batería, mientras que llenar un depósito de gasolina solo toma unos minutos.
La clave está en la carga lenta, esa que ocurre mientras el coche está parado durante horas: en casa, en el trabajo, o sí, en la calle. Personalmente lo he comprobado visitando barrios donde la gente depende totalmente del aparcamiento en la vía pública. Si no podemos darles acceso a puntos de carga cómodos, asequibles y eficientes, estamos excluyendo a más de la mitad de la población urbana de la movilidad eléctrica.
La infraestructura pública no es solo un complemento, es una necesidad. Y no hablamos de instalaciones costosas: donde puedes poner una farola, puedes poner un cargador de 3,6 a 11 kW, el equivalente a un enchufe doméstico.
Lecciones desde Ámsterdam: cargadores lentos a pie de calle
Para entender cómo podríamos resolver este problema, viajé a Ámsterdam. Sí, los holandeses son famosos por ser altos y por sus bicicletas, pero también son pioneros en movilidad eléctrica urbana.
Allí, descubrí algo que cambió mi percepción: no es el ayuntamiento el que decide dónde van los cargadores, ¡son los propios ciudadanos! Si tienes un coche eléctrico y necesitas un punto cerca de casa, solo tienes que solicitarlo. Después de un proceso rápido, los operadores instalan un cargador público lento en la calle. Hoy, Ámsterdam tiene más de 8,000 cargadores públicos en sus calles, todos perfectamente integrados en un entorno urbano que, créeme, es tan complejo como el de cualquier ciudad española.
Verlo con mis propios ojos me hizo pensar: si ellos pueden, ¿por qué nosotros no? El modelo de mercado abierto que usan en Holanda permite que diferentes empresas se encarguen de instalar y gestionar los puntos de carga, lo que reduce los costos y agiliza los tiempos. Mientras aquí dependemos de complejas licitaciones públicas, ellos simplemente dejan que los operadores interesados se apunten a un contrato estandarizado.
¿Por qué no lo estamos haciendo ya? Barreras políticas y sociales
Entonces, si la solución es técnicamente sencilla y hay modelos exitosos en Europa, ¿por qué no avanzamos? Aquí entra en juego algo que he visto repetirse una y otra vez: falta de voluntad política y desconocimiento.
Muchos ayuntamientos siguen pensando que los cargadores rápidos en gasolineras son suficientes, cuando en realidad lo que necesitamos son cargadores lentos distribuidos por toda la ciudad. Otros ni siquiera tienen planes concretos para electrificar los barrios. Y claro, está la parte social: mucha gente aún no entiende que un coche eléctrico no se “reposta” como uno de gasolina. El cambio de mentalidad es profundo.
Desde mi experiencia personal, he comprobado que hablar con políticos y técnicos municipales a veces es frustrante. Algunos ni siquiera saben que existen modelos de contratos abiertos como en Holanda. Y mientras tanto, los ciudadanos que quieren un coche eléctrico pero no tienen garaje simplemente no pueden avanzar. Es como si solo los privilegiados con plaza privada pudieran sumarse a la revolución eléctrica.
¿Y la carga rápida? Desmontando mitos sobre las electrolineras
Uno de los grandes mitos es que las electrolineras solucionarán todo. Sí, son útiles para viajes largos, pero para el uso diario no son ni la opción más práctica ni la más barata.
La carga rápida requiere infraestructura eléctrica sobredimensionada, contratos de potencia elevados y, por lo tanto, tarifas más altas para el usuario. Además, es incómodo: nadie quiere esperar 30-45 minutos cada vez que necesita “llenar el depósito”. En cambio, la carga lenta aprovecha los momentos en que el coche está estacionado durante horas —en casa, en la oficina, en la calle— para recargar de forma tranquila y barata.
He visto en Ámsterdam cómo los cargadores públicos lentos funcionan perfectamente: simplemente aparcas, conectas y listo. El coche se carga mientras tú duermes, trabajas o cenas. No es ciencia ficción, es solo planificación urbana inteligente.
Los beneficios ocultos de la electrificación masiva
Más allá de los retos, electrificar el parque automovilístico español traería beneficios inmensos. Hablamos de reducir emisiones contaminantes en las ciudades, mejorar la calidad del aire y, por ende, la salud pública. También reduciríamos la dependencia del petróleo importado, lo que fortalecería la seguridad energética del país.
Desde el punto de vista económico, electrificar masivamente genera empleo: desde la instalación y mantenimiento de cargadores hasta la fabricación de baterías, vehículos y componentes. Y aunque los coches eléctricos aún son más caros de comprar, su mantenimiento y coste por kilómetro son significativamente menores.
Como usuario y observador de este cambio, creo firmemente que los beneficios superan los costos. Pero solo si lo hacemos bien, con un modelo inclusivo que no deje fuera a quienes no tienen garaje privado.
Conclusión: ¿Un futuro eléctrico para todos? Depende de nosotros
Entonces, ¿pueden todos los coches en España ser eléctricos? Técnicamente, sí. Económicamente, es factible. Pero políticamente y socialmente, aún estamos lejos.
Si algo he aprendido de mirar ejemplos como Ámsterdam es que no necesitamos reinventar la rueda. Necesitamos copiar lo que ya funciona: contratos estandarizados, cargadores lentos a pie de calle, procesos ágiles que involucren a ciudadanos y empresas. Necesitamos voluntad política, educación pública y, sobre todo, la certeza de que esto es una transición justa y para todos.
Si eres ciudadano y quieres un cambio, contacta con tu ayuntamiento, exige planes concretos. Si trabajas en urbanismo o política, mira lo que hacen en Europa y atrévete a replicarlo. Y si simplemente te interesa el tema, comparte este conocimiento: cuantos más entendamos lo que está en juego, más cerca estaremos de un futuro 100% eléctrico.
Porque al final del día, los holandeses serán más altos, pero no son más listos que nosotros. Si ellos lo han hecho, nosotros también podemos.